lunes, 16 de febrero de 2009

De Macara Ecuador a Lima Peru











Por compensación si la salida de Ecuador tuvo sus dificultades, por el contrario la entrada el Perú fue completamente fácil y no se si fue porque coincidí con una caravana de 7 carro –casas Mercedes Menz de unos alemanes que iniciaron cruce de la carretera panamericana desde Buenos Aires Hacia el Sur de la Patagonia, Ushuaia y desde allí hasta Alaska, que al encontrarlos en la oficina no solo me admire de tan interesante viaje sino que aproveche para alentarlos a cruzar Colombia tranquilamente, pues en sus comentarios estaba la duda, el miedo y el impacto de la mala prensa que tanto nos ha afectado internacionalmente, sin darme cuenta ya mi pasaporte estaba sellado con permiso de entrada.
El norte de Perú se vuelve rápidamente desértico y llego a Piura, ciudad mediana al norte, que ya había conocido dos meses antes, destacando que en una parada olvide mi cámara fotográfica y al devolverme por ella el señor de la venta de mangos, me la devolvió diciéndome después de mi agradecimiento, que lo hacia porque el era de Corazón Limpio.
Continuando la ruta cruzo Trujillo, el desierto de Sechura, con algunos tramos cultivado de espárragos en medio de la arena, es impresionante.
Por la duración de la luz del DIA y la calidad de la carretera decido avanzar hasta Lima, disfrutando la noche clara y completándole DIA sexto con muy buen promedio de avance.
Recuerdo como el viento me arrebato las gafas que había colocado en el tanque y que afortunadamente no hice ningún esfuerzo por recuperar pues detrás de mi avanzaban camiones a no poca velocidad y en fracción de segundos acate ni siquiera mermar velocidad para buscarlas que es como lo mas reflejo que ocurre.
Instalado en Lima en hotel central con Internet disponible, hago la primera parada técnica par lavar ropa y dedicarme a mi trabajo por una mañana completa.
No me interese sino en visitar el Callao en la tarde en transporte publico, eso si degustando el famoso ceviche de cangrejo, que resulto digno merecedor de su fama. La caminadita de rigor por el lugar y la observación de los locales disfrutando sus plazas pedregosas, tan diferentes a las de arena, pero sin importarles pues es a lo que están acostumbrados.
En la noche, visita al afamado barrio Barranco, que no me atrajo para nada y solo recorrí algunas manzanas sintiendo hasta miedo en algunos lugares donde la concurrencia me pareció desagradable y hasta con problemas con la policía.

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